¿Cómo puede la ascendencia de Marte en el momento de mi nacimiento influir sobre mí, ni entonces, ni ahora? Yo nací en una habitación cerrada; la luz de Marte no podía entrar. La única influencia de Marte que podía afectarme era su gravitación. Sin embargo, la influencia gravitatoria del tocólogo era mucho mayor que la influencia gravitatoria de Marte. Marte tiene mayor masa, pero el tocólogo estaba mucho más cerca."

Carl Sagan en La armonía de los mundos.

09 septiembre 2010

Jaque VIII


Sólo quedan un par de piezas que comentar, y ya podremos empezar la partida. Vamos hoy con la reina.
La reina, también conocida como dama, es la pieza más poderosa del juego. Aunque no puede pasar por encima de otras piezas (este privilegio sólo le corresponde al caballo), tiene la particularidad de poder moverse hacia delante, hacia atrás, hacia los dos lados y en cualquier diagonal. En definitiva, la reina se comporta como un híbrido entre el alfil y la torre.
Es tan útil, que los jugadores de ajedrez suelen elegir a esta pieza como sustituta del peón cuando éste corona (ya hablaremos de esta jugada más adelante). De hecho, durante el siglo XVIII, era constumbre que un jugador avisase a su contrincante con la palabra "gardez" cuando la reina estaba amenazada.
Sin embargo, en sus orígenes, el ajedrez (más bien el chaturanga) no daba tanto poder a esta pieza, que sólo podía moverse una casilla en diagonal. Por aquel entonces, su papel se reducía al de un emisario del rey. Se la denominaba farzin, que significa "consejero". Fue al llegar a Europa cuando aumentó progresivamente de poder, hasta llegar a las reglas que conocemos hoy.
Su posición en el tablero es la de la casilla d1 para la reina blanca y d8 para la reina negra. De todas formas, existe una regla mnemotécnica para situar a abas piezas. Una vez colocadas las torres, caballos y alfiles, sólo hay que recordar que "a la reina le gusta su color", para saber que la reina blanca ocupa la casilla blanca de entre las dos restantes, y que la reina negra ocupará la negra de entre las otras dos, dejando el hueco libre para el rey, del que toca hablar en la siguiente entrada dedicada a este magnífico juego.

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