¿Cómo puede la ascendencia de Marte en el momento de mi nacimiento influir sobre mí, ni entonces, ni ahora? Yo nací en una habitación cerrada; la luz de Marte no podía entrar. La única influencia de Marte que podía afectarme era su gravitación. Sin embargo, la influencia gravitatoria del tocólogo era mucho mayor que la influencia gravitatoria de Marte. Marte tiene mayor masa, pero el tocólogo estaba mucho más cerca."

Carl Sagan en La armonía de los mundos.

07 agosto 2010

Una oportunidad única


Tras una semana felizmente aislado de la telaraña mundial, vuelvo con un artículo sobre el espectacular evento que tuvo lugar el pasado sábado en Santiago de Compostela: el concierto de Jean Michel Jarre.
Tras un viaje lleno de agobios, con la idea fija de que no tendríamos sitio en la plaza del Obradoiro, llegamos al escenario y pudimos encontrar donde esperar a que comenzase el concierto, entre otras trece mil personas que también querían disfrutar del espectáculo.
A eso de las diez y media se apagaron las luces en la plaza y la fachada de la catedral se iluminó de forma casi fantasmagórica, mientras comenzaban a sonar los sintetizadores y el Gran Maestro de la música electrónica hacía su aparición. No desde la parte trasera del escenario, ni desde un lateral, como es costumbre en los conciertos, sino atravresando la plaza, entre el público, saludando a quienes allí estábamos y subiendo las escaleras que llevan al Pórtico de la Gloria de forma triunfal, todo un presagio de la que nos esperaba.
Tras comenzar con la segunda parte de Oxigène, Jarre dio todo un recital de sus mejores éxitos, tocando fragmentos de Oxigène, Equinoxe, Rendez-Vous, The Concerts in China o Waiting for Cousteau, mientras la plaza del Obradoiro se llenaba de luz y color, y el sonido dejaba boquiabierto a un público que no dejaba de aplaudir.
Entre otros espectaculares efectos visuales, allí se pudo a ver a Jarre tocando un harpa formado por haces de láser, o una proyección en tiempo real sobre los laterales de la fachada con imágenes del músico tocando el theremín, pasando por extrañas composiciones de sus portadas más famosas, y fuegos artificiales que despegaban de las torres de la catedral al ritmo de la música mientras el hostal de los Reyes Católicos se llenaba de figuras imposibles que atravesaban la plaza procedentes del escenario.
Y todo esto, durante dos horas inolvidables que ya son parte de la historia de la música. Si tengo que elegir el mejor concierto al que he asistido en mi vida, me quedo con éste, sin ninguna duda.

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