Hace poco terminé de leer un libro altamente recomendable: Los Miserables, de Víctor Hugo. Fue escrita a mediados del siglo XIX y narra la vida de Jean Valjean, un expresidiario que decide rectificar su vida tras conocer al obispo de Digne. Su condición le obligará a cambiar continuamente de identidad, siempre dedicado a ayudar a los demás e intentar que la sociedad sea más justa. Su benevolencia llega a tal punto, que acaba adoptando a Cosette, la hija de una de sus empleadas, quien sufre un terrible cambio de vida al quedarse embarazada y acaba dejando huérfana a la pequeña.
Además de esta magnífica y completa historia, en la que los personajes entremezclan sus vidas en los momentos más inesperados, haciendo de la historia una obra maestra, Víctor Hugo aprovecha el marco histórico de los hechos para narrar con magníficos detalles algunos hechos de la época, como la batalla de Waterloo o la revuelta de París de 1832. Su descripción es meticulosa hasta para describir felmente las alcantarillas de París.
Pero hay algo en este libro que me ha resultado realmente curioso, y es este pequeño discurso del personaje Enjolras, situado tras una barricada y a punto de enfrentarse a las fuerzas del orden:
[...]Ciudadanos, el siglo diecinueve es grande, pero el siglo veinte será feliz. Entonces no habrá nada que se parezca a la antigua historia; no habrá que temer, como hoy, una conquista, una invasión, una usurpación, una rivalidad de naciones a mano armada, una interrupción de civilización por un casamiento de reyes, un nacimiento en las tiranías hereditarias, un reparto de pueblos acordado en congresos, una desmembración por hundimiento de dinastía, un combate de dos religiones encontrándose frente a frente, como dos sombras sobre el puente del infinito; no habrá que temer al hambre, la explotación, la prostitución por miseria, la miseria por falta de trabajo, el cadalso, la cuchilla, las batallas, y todos esos latrocinios del azar en la selva de los acontecimientos. Casi pudiera decirse que no habrá ya acontecimientos. Reinará la dicha. El género humano cumplirá su ley, como el alma y el astro. El alma gravitará alrededor de la verdad, como el astro alrededor de la luz. Amigos, la hora en que nos encontramos, y en que os hablo, es una hora sombría; pero tales son las terribles condiciones para la compra del porvenir. Una revolución es un peaje. ¡Oh!, el género humano será libertado, sacado de su postración y consolado. Nosotros lo afirmamos desde esta barricada[...]
Y a día de hoy, el ser humano sigue siendo bastante miserable...
¿Cómo puede la ascendencia de Marte en el momento de mi nacimiento influir sobre mí, ni entonces, ni ahora? Yo nací en una habitación cerrada; la luz de Marte no podía entrar. La única influencia de Marte que podía afectarme era su gravitación. Sin embargo, la influencia gravitatoria del tocólogo era mucho mayor que la influencia gravitatoria de Marte. Marte tiene mayor masa, pero el tocólogo estaba mucho más cerca."
Carl Sagan en La armonía de los mundos.
03 mayo 2009
Pobres
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1 comentarios:
Tiene buena pinta
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