Dos minutos de odio

El 22 de enero de 1984 (atención al año), millones de estadounidenses estaban pendientes de la retransmisión por televisión de la final de la Super Bowl, el acontecimiento televisivo con más audiencia del año (alrededor del 50%). Durante el descanso se mostró el que posteriormentese consideraría uno de los mejores anuncios en la historia de la televisión: 1984. El spot, dirigido por Ridley Scott, costó 800.000 dólares (y otros 800.000 por ser emitido) estaba basado en la obra de George Orwell (y en su adaptación cinematográfica), y anunciaba la llegada del ordenador Macintosh de Apple, y su intención de acabar con el control que IBM ejercía sobre el mercado. El consejo de dirección de Apple dudó sobre si debía emitirse o no, puesto que lo considearon de pésima calidad...
Hoy en día, este anuncio se puede encontrar en internet, con impactante imágenes que muestran un grupo de hombres, todos aspecto grisáceo, dirigiéndose con el mismo paso hacia una sala de proyección, donde en una enorme pantalla, el Gran Hermano promulga:

"Hoy celebramos el primer glorioso aniversario de las Directivas de Purificación de Información. Hemos creado, por primera vez en la historia, un jardín de ideología pura donde cada obrero puede florecer a salvo de las plagas que proveen de pensamientos contradictorios. Nuestra Unificación del Pensamiento es un arma más poderosa que cualquier flota o armada sobre la tierra. Somos un pueblo con una voluntad, una resolución, una causa. Nuestros enemigos hablarán entre sí hasta su muerte y nosotros los sepultaremos en su propia confusión. ¡Prevaleceremos! "

Mientras este discurso tiene lugar, una joven vestida con ropa de atletismo y un gran mazo en sus manos entra corriendo en la sala, perseguida por futuristas policías, y arroja el mazo contra la pantalla, destrozándola y provocando el asombro de los hombres grises, iluminados por la explosión. Entonces, una voz en off concluye:

"El 24 de enero Apple Computer presentará el Macintosh. Y verás por qué 1984 no será como 1984"

Ahora toca ver el anuncio y, de paso, leerse 1984, que merece la pena.