Los ojos malos

La visión se vuelve borrosa, la luz se hace detestable, el iris ocular se torna rojo y se tiene la sensación de que decenas de cristales trepanan el lagrimal cada vez que se cierran los ojos. Además, emanan sin cesar lágrimas purulentas de un tono amarillo viscoso que se convierten en costras durante las horas de sueño. Todo esto no ha salido de un terrorífico relato. Es el diagnóstico de un transtorno ocular bastante frecuente: la conjuntivitis. Se trata de una inflamación de la conjuntiva, una membrana que recubre los párpados y el globo ocular. Este proceso es el resultado de una infección por virus o bacterias, o bien por algún tipo de alergia. Además, es frecuente en recién nacidos, debido a la apertura insuficiente del lagrimal.
La conjuntivitis, bien bacteriana o bien vírica, es extremadamente contagiosa, pero no suele dar complicaciones visuales a quien la padece. En el caso de la conjuntivitis del bebé, su tratamiento debe ser inmediato para evitar dificiencias visuales.
La conjuntivitis bacteriana se cura a través de antibióticos suministrados en forma de colirios o pomadas. Si la conjuntivitis es vírica, sus efectos remiten solos a los pocos días. En todo caso, sus efectos se hacen más llevaderos aplicando sobre el ojo compresas humedecidas en agua caliente.

Y para hacer que este blog sea más entretenido, desde hoy cada artículo incluirá una pregunta, para comprobar quién es más hábil buscando respuestas. En esta ocasión la pregunta es: Si la parte de la conjuntiva que está tras el párpado superior se llama conjuntiva bulbar, ¿cómo se llama la parte de la conjuntiva que se encuentra tras el párpado inferior?